- La pobreza extrema aumentó de 23,6 % a 61,2 % en cuatro años en Venezuela, según la socióloga María Gabriela Ponce
- Los salarios actuales no cubren ni 5 % de los gastos, asegura Deborah Velásquez, presidenta de la Asociación de Profesores de la UCLA (Apucla)
«Después de trabajar todo un mes o una quincena, mi salario no alcanza más que para comprar 2 o 3 productos de la canasta alimentaria». Esa es la dura realidad a la que se enfrentan los trabajadores venezolanos formales un salario mínimo integral de 400 mil bolívares, lo que representa no más de 2 dólares en el mercado internacional.
El bajo poder adquisitivo no es solo de la clase obrera. Altos profesionales universitarios, docentes, enfermeras, ingenieros, periodistas, incluso médicos se han visto en la necesidad de recurrir a trabajos “extras” para cubrir parte de sus necesidades básicas, allí renacen los vendedores natos, revendedores y “bachaqueros” para poder sobrevivir la tragedia financiera del país.
Las preocupaciones de algunos venezolanos cambiaron con el pasar de los años en un país que arrastra una grave crisis económica. Ya no existen vacaciones, viajes o paseos. Ahora la angustia y el temor se apodera de muchos hogares para alcanzar a pagar alquileres, colegios, transporte y el mercado mensual.
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestroa (Cendas) informó que para el mes de febrero de 2020 la canasta alimentaria familiar tuvo un costo de Bs. 26.595.379,00, es decir, 146 dólares, una muestra más de que la Venezuela rica y petrolera desapareció para generar angustia, estrés y preocupación a una población que padece los infortunios de una desbordada inflación con un salario de $2.
Promesas incumplidas a trabajadores venezolanos
La llamada “revolución bolivariana” tiene 20 años instalada en Venezuela. Hugo Chávez fue maestro de las promesas a la clase obrera y trabajadora del país. La realidad es que con el pasar de los años los desaciertos en las políticas económicas del gobierno pulverizaron el salario de los trabajadores venezolanos, que en algún momento del año 2008 fue el más alto de Latinoamérica.
“Nosotros estamos luchando para derrotar la inflación y la derrotaremos, pero no a costa del hambre de los trabajadores venezolanos, no a costa del hambre del pueblo, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca. Con este incremento del salario minimo, sin meter el ticket de alimentación, el salario minimo de Venezuela que estaba en segundo lugar en América Latina, pasa a primer lugar con 372 $ mensuales. Esto es necesario que lo sepamos todos, el salario minimo en Venezuela es el más alto de América Latina, si le incorporamos el ticket de alimentación y hablamos del ingreso mínimo legal, el salario minimo en Venezuela no solo supera a todos los demás sino que duplica, casi triplica el promedio de América Latina”.
Con estas palabras catalogó Hugo Chávez, en cadena nacional el 2 de mayo de 2008, el incremento del salario mínimo, del que se jactaba era el salario más alto del continente. Pasaron los años y los fracasos del gobierno bolivariano convirtieron ese anuncio en nada más que polvo. No ha sido posible derrotar la inflación como lo prometió el entonces presidente y, por supuesto, ha sido a costa del hambre de los trabajadores venezolanos y el pueblo.
“El salario más alto de Latinoamérica” no es más que un recuerdo. Según el buscador Wikipedia, el salario mínimo en nuestro país ocupa el último lugar de América Latina con 2 dólares detrás de Cuba, que mantiene su salario en $15 mensuales. El ingreso mínimo más alto lo tiene Costa Rica con 557 dólares, según datos actualizados al 2 de mayo de 2020.
Esto evidencia el deterioro y atraso que vive Venezuela. El prácticamente inexistente poder adquisitivo trae otras consecuencias lamentables que se ven directamente relacionadas al ser humano, al venezolano de carne y hueso que sobrevive en un país colapsado no solo por la hiperinflación, sino también por los cortes eléctricos, la falta de gas, agua y escasez de gasolina, que duplica las maromas que deben realizar los trabajadores venezolanos para llevar diariamente el pan a la mesa.
Pobreza extrema en aumento sostenido
El 23 de abril de 2020 la socióloga María Gabriela Ponce, de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), presentó un informe de la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi) realizada por las principales universidades del país, el cual reveló que la pobreza extrema aumentó de 23,6 % a 61,2 % en cuatro años en Venezuela.
Otras cifras que lamentar son las relacionadas con la desnutrición. Según dicho informe, el venezolano perdió un promedio de 11,4 kilos el año pasado, 61 % de los consultados dijo que se había «acostado con hambre» porque no contaba con suficientes alimentos, y 90 % dice que su ingreso «no es suficiente» para comprar los alimentos necesarios.
Esta dolorosa realidad no hace falta verla en informes, al salir a las calles (aún luego de la cuarentena por el coronavirus) el panorama es nada esperanzador, especialmente en la población más humilde. Adultos mayores o niños buscando qué comer, tocando en las puertas de las casas más cercanas a las principales avenidas, mientras otros en edad laboral caminan agotados numerosos kilómetros bajo un inclemente sol ante la falta de transporte para llegar a sus puestos de trabajos (quienes tienen permiso) y cumplir con una jornada que pueda generar divisas para llevar algo de comer a casa.
Docentes golpeados
Los docentes universitarios fueron considerados una élite de prestigio e incluso bonanza. Tal vez hasta hace 20 o 15 años atrás gozaban de buenos sueldos y una importante estabilidad laboral que les permitía una calidad de vida digna además de crecer profesionalmente en investigación y formación, lo cual era reconocido y recompensado económicamente por las distintas casas de estudio.
Hoy el sector educativo ha sido uno de los más golpeados en materia salarial, los profesores también han emigrado en búsqueda de otro futuro. Para Deborah Velásquez, presidenta de la Asociación de Profesores de la UCLA (Apucla), los salarios actuales no cubren ni 5 % de los gastos, recordando que un docente titular con el máximo escalafón solo devenga 1 millón 200 mil bolívares, aproximadamente 6 dólares en moneda norteamericana.
“Teníamos un estatus desde el punto de vista académico y desde el punto de vista salarial, siempre estábamos caminando por encima de la inflación, podíamos resolver nuestras necesidades. El gobierno nos apegó a la convención colectiva, suena muy bonito conceptualmente, pero en la práctica en el caso del sector docente es letra muerta, no nos dieron nunca lo que estaba escrito allí… porque cuando vino lo del salario minimo se voltearon todas las tablas, se olvidó la meritocracia y hoy los profesores estamos sobreviviendo”, explicó Velásquez.
Aseguró que la vida actual del docente en toda Venezuela es crítica, los “forjadores de futuro” ni siquiera están consumiendo la correcta ingesta diaria de alimentación. “Si compran 1 kilogramo de carne no pueden adquirir otras cosas, hacen malabarismo para llevar algo a la mesa familiar. No se valora lo que es educar, ahora un profesor no puede ni cambiar el aceite o comprar los cauchos del carro, esto nunca lo habíamos vivido”, acotó la representante de Apucla.
Pensionados acorralados
Llegar a la tercera edad tras una vida de arduo trabajo, debería ser reflejo de descanso y estabilidad. En Venezuela ser adulto mayor es trágico y doloroso, no solo por la deficiencia en el sistema de salud, sino también por el cobro de pensiones y jubilaciones que fueron brutalmente arrasadas por la inflación.
El monto de la pensión está estrechamente vinculado al salario mínimo. Sin embargo, el coordinador nacional del Comité para los Derechos Humanos de los Pensionados y Jubilados, Edgar Silva, explica que la pensión realmente está ligada al antojo del gobierno, quedando en sus manos la posibilidad de mejorar la calidad de vida del adulto mayor.
“El artículo 80 de la Constitución (venezolana) estipula que ninguna persona debe tener una pensión inferior al salario mínimo, pero no dice que debe ser igual al salario minimo, ni mantenerlo así para siempre. Quiere decir que el salario minimo sería el piso menor de la pensión de acuerdo a sus cotizaciones. Mientras más cotizaciones mayor salario, cosa que no sucede”, señaló Silva.
Aclara que hoy las personas de la tercera edad no solo tienen que luchar por una mejor pensión, sino luchar por su vida producto de un modelo económico fracasado que les impide una estabilidad social, donde necesitan alrededor de 60 salarios mínimos para cubrir sus necesidades.
Historias de calle
Reina Brito es una mujer de 40 años, con dos hijos y graduada en mercadotecnia. Hace más de cuatro años emprendió un lugar de manicure, cejas y depilación que se mantiene cerrado por la cuarentena. Motivada a generar ingresos sale todos los días con un carrito de mercado a vender pan por todas las casas aledañas a su residencia.
“Camino por dos o tres horas y logro vender todos los panes porque la gente prefiere no salir y comprarlo en la facilidad de su casa. No es lo que amo hacer, me reinventé y no me avergüenzo de buscar la manera de sobrevivir”, afirma Brito.
Lo propio hace María Silva, “trabajadora del hogar”. Todos los días camina más de una hora para llegar a la casa de la familia donde trabaja limpiando y poniendo orden. “Quisiera quedarme en casa pero vivo del día a día, sino en mi casa no comemos”, explica con nostalgia la mujer de 55 años.
Por último conocimos a Miguel Álvarez, jardinero de oficio, un muchacho humilde de 23 años que se mantiene buscando el pan de cada día a pesar de las restricciones de la cuarentena. “Si no salgo a trabajar no puedo vivir. Me da miedo el coronavirus, pero no tengo más opción, yo no tengo un trabajo ni un salario fijo”, precisó.
Hiperinflación acabó con la estabilidad laboral de los trabajadores venezolanos
Sin duda, la necesidad de tener dinero expedito para “sobrevivir” nos priva de la anhelada estabilidad laboral. La hiperinflación no solo ha destruido el salario mínimo, sino también el anhelo de un trabajo formal ante opciones informales más comerciales de dinero rápido.
Las promesas de la revolución hoy no son más que eso, promesas olvidadas. Al menos en cuanto al salario de la población venezolana se refiere, lo que ahora también generará un problema mayor para el futuro del país. La pérdida del valor del empleo formal, producto de que empresas, instituciones, universidades y otros entes deprimidos financieramente no pueden ofrecer altas remuneraciones, llevan al trabajador a buscar oficios más rentables. La esperanza es que los venezolanos dejemos de trabajar para sobrevivir y podamos trabajar para vivir a plenitud.