- Los estándares internacionales en materia de refugiados y la Declaración de Cartagena retratan la Venezuela que el boxeador caraqueño tuvo que abandonar en busca de un futuro mejor
- Eldric Sella fue el primer atleta de América en formar parte de una delegación de refugiados en la historia de los Juegos Olímpicos
Por César Heredia
Los recién finalizados Juegos Olímpicos pasaron a la historia por múltiples razones. Primero, porque se realizaron en medio -y a pesar- de una pandemia. Segundo, por las historias personales detrás de los deportistas que se dieron a conocer con el transcurrir de la competición. Y tercero, por las disciplinas que se incorporaron a la cita olímpica, como el skateboarding y el karate, que tuvieron su propia carga de emociones.
Para los venezolanos en particular, Tokio 2020 representó la mejor actuación colectiva de la historia con la medalla de oro y récord olímpico conseguido por Yulimar Rojas en salto triple, además de las preseas de plata del icónico Daniel Dhers (BMX), Julio Mayora y Keydomar Vallenilla (halterofilia).
No menos importantes son los seis diplomas obtenidos por Antonio Díaz y Claudymar Garcés (karate), Anriquelis Barrios (judo), Yusleidy Figueroa y Naryury Pérez (halterofilia) y Robeilys Peinado (salto de garrocha).
Pero no todo giró en torno a historias positivas. Fue también un venezolano, Eldric Sella Rodríguez, el protagonista de un hecho inédito, al convertirse en el primer deportista de América en representar al Equipo Olímpico de Refugiados, un honor hasta ahora reservado para atletas provenientes de países como Siria, Afganistán, Irán, Irak y la República Democrática de Congo, entre otros.

¿Un equipo de refugiados?
La representación de refugiados fue creada por el Comité Olímpico Internacional (COI) en octubre de 2015 por su presidente, Thomas Bach, y agrupa a aquellos que tuvieron que huir de sus países en medio de conflictos o persecuciones.
Su primera participación fue en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016.
Para pertenecer a esta delegación deben ser reconocidos como tal por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y cumplir con los requisitos deportivos -marcas o ranking- establecidos en las diversas disciplinas deportivas.
A propósito de este hecho, el pasado 27 de julio el entonces ministro del Poder Popular para Relaciones Exteriores designado por Nicolás Maduro, Jorge Arreaza, tuiteó que Sella “no era refugiado” porque nadie lo perseguía y podía volver a casa “cuando quiera”.
El mensaje de Arreaza fue una respuesta superficial a la información de que Acnur se encontraba en búsqueda de un país que recibiera al atleta.
¿Es Eldric Sella un refugiado? Para Tamara Taraciuk, directora para América Latina de Human Rights Watch (HRW), Sella sí cumple con los requisitos para ser considerado como tal, ya que la definición de refugiado que se maneja en el ámbito internacional es la establecida en la Convención de Refugiados de Naciones Unidas. Sin embargo, su alcance fue ampliado por la Declaración de Cartagena, establecida en noviembre de 1984.
Esta considera también como refugiados a las personas que huyeron de sus países porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público.
Es la historia de Sella, un boxeador que fue campeón junior nacional a los 15 años y que brevemente integró la selección nacional de Venezuela tres años después. En 2018 asistió a un torneo en Trinidad y Tobago y aprovechó el viaje para solicitar asilo allí. Según la reseña del diario El País de España, el atleta pidió refugio en 2019 y “obtuvo el estatus un año después en un país que ha sido hostil con los migrantes venezolanos”.
Su recorrido como migrante
Según se recoge en varios medios de comunicación, Sella desempeñó varios trabajos para subsistir dentro de la isla caribeña, desde mezclar concreto hasta cortar césped. Sin embargo, nunca abandonó por completo la disciplina deportiva de sus amores, mucho menos el sueño de asistir a una justa olímpica.
Su entrenamiento rindió frutos. Obtuvo una medalla de plata en un campeonato organizado por la Asociación de Boxeo de Trinidad y Tobago. Esta victoria lo motivó a buscar información sobre la delegación de refugiados y a enviar varios correos electrónicos, hasta que obtuvo la respuesta más deseada: una beca por parte del COI y el boleto a Tokio.
Una vez en tierras japonesas, trascendió que Sella no podría regresar a Trinidad y Tobago, una isla separada del estado Delta Amacuro por 205 kilómetros y que mantiene una política férrea en contra de los migrantes venezolanos que llegan de forma ilegal tras cruzar el mar. El argumento de las autoridades trinitarias fue que Sella tenía el pasaporte vencido. Por lo tanto, estaba imposibilitado de tramitar la visa que le permitiera volver. Finalmente, Uruguay acogió a Sella en calidad de reasentado gracias a la solicitud de Acnur.

El país que dejó Eldric Sella Rodríguez
Un año antes de la ida de Sella, más de 130 personas fueron asesinadas durante las protestas antigubernamentales que se llevaron a cabo en Venezuela entre abril y junio de 2017.
Por esos días el país atravesaba una crisis económica sin precedentes, con un salario mínimo que llegó a ser menor a 2 dólares mensuales y una hiperinflación que cerraría 2018 en 130.060 % según el Banco Central de Venezuela. Firmas especializadas independientes y la Asamblea Nacional de aquel entonces la estimaron en 1.698.488,7 %.
Fue en ese año que se ejecutó la reconversión monetaria, que le quitó cinco ceros al bolívar y lo renombró como “bolívar soberano”.
Aún se sentían los efectos de la escasez generalizada de productos, que derivaba en grandes colas y, por consiguiente, mafias a pequeña y gran escala, desde los llamados “bachaqueros” hasta los grandes revendedores de alimentos y artículos de aseo e higiene personal que se formaron al amparo de las regulaciones de precios promovidas por el sector oficial.
En resumidas cuentas, era una Venezuela en la que Sella y todos los ciudadanos estaban amenazados por la violencia, los conflictos internos -independientemente de si se participaba o no en las protestas-, y por las precariedades propias de la crisis económica y social, que resultó en una Emergencia Humanitaria Compleja, según organismos internacionales enfocados en derechos humanos.
Por otro lado, Sella, al igual que otros deportistas venezolanos de alta competencia, dejó un país en el que se hizo evidente cómo los atletas brincan y saltan para entrenar por falta de instalaciones deportivas, aunque formaban parte de una llamada generación de oro que fue repetidamente defraudada por las promesas gubernamentales.
Ante este clima generalizado de caos e incertidumbre, muchos tomaron la decisión de salir de Venezuela “a como dé lugar”.
En consecuencia, para finales de ese año, tres millones de personas aproximadamente ya habían migrado a destinos como Colombia, Ecuador, Chile, Perú, Argentina, Estados Unidos y España, entre otros. Hoy en día, la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V) estima que son 5.667.835 los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en el exterior provenientes de Venezuela.
De acuerdo con Taraciuk, el hecho de que Sella pueda regresar al país “cuando quiera” como dijo Arreaza es ignorar los estándares internacionales en materia de refugiados.
En este caso se trata de un deportista que huyó de Venezuela en busca de mejores oportunidades para él y su familia, aún a costa de su desarrollo como boxeador de alta competencia, cosa que finalmente no ocurrió.
Por los argumentos esgrimidos anteriormente, Cotejo cataloga como mentira la afirmación del ministro Arreaza sobre el estatus de refugiado del atleta olímpico Eldric Sella.