- Con grandes retos y sin dinero, desde el principio se propuso logros, estudió y se graduó de abogada. Ahora dirige un programa para formar a líderes comunitarios, capacitarlos y brindarles herramientas que les permitan conocer y defender los derechos humanos ante eventuales vulneraciones en el proceso penal venezolano.
- Es la menor de nueve hermanos y la primera en llevar un título de cuarto nivel a su casa. Nació en Petare, en el seno de una familia de escasos recursos, logró conseguir una beca gracias a su desempeño académico y estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)
- Su pasión por el derecho surgió durante la participación como delegada en Modelo de Naciones Unidas que hizo mientras cursaba el técnico medio en la Unidad Educativa “María Inmaculada” de Fe y Alegría, en Barrio Unión-Petare, y con esta actividad viajó a República Dominicana a representar a Venezuela
Por: Edy Pérez Alvarado
¡Nos graduamos! ¡Nos graduamos! Así, con euforia, celebró toda la familia cuando María José España Palomino recibió el título de abogada en enero de 2020. Lo vivieron como un triunfo familiar porque es la única de su núcleo que, hasta ahora, ha conseguido salir de Petare a la universidad.
Su mejor amigo, por ejemplo, no pudo. Ahí mismo en el barrio fue asesinado mientras lo asaltaban, estudiaban el técnico medio cuando ocurrió. Hay muchos compañeros del bachillerato de quienes María José no sabe nada, no sabe qué fue de sus vidas, pero ella encontró en la academia su espacio y lo aprovechó para conseguir una profesión.
Por su excelencia académica obtuvo la beca para estudiar Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que de acuerdo con el QS World University Rankings para 2019 estaba en el puesto 2 de Venezuela. Es decir, que María José no solo se graduó, sino que lo hizo en una universidad de prestigio.
Con grandes retos desde el principio
La mamá de María José se complicó al darla a luz y esto le generó una discapacidad motora. En ese entonces una visitadora social dijo que no iba a poder caminar y que ni siquiera iba a poder hablar.
El diagnóstico no amilanó a sus padres. La llevaron a terapias en el Hospital Ortopédico Infantil, luego al Hospital San Juan de Dios y lograron que María José mejorara su movilidad. Aunque quedó con capacidad motora reducida en caderas y rodillas, esto no ha sido un complejo para ella ni una excusa para abandonar sus metas.
Tampoco se cumplió el pronóstico de que no podría hablar. Al contrario, desde pequeña destacó por su capacidad intelectual y su elocuencia al hablar, cuando estaba en tercer grado quería hacer exposiciones y desenvolverse en público. Tanto, que ahora es una oradora que no solo ha trabajado para hablar sin muletillas, sino que se prepara para tratar cualquier tema con conocimiento.
La falta de dinero no fue un obstáculo
Sus padres, un mototaxista y una ama de casa, se aseguraron de inscribirla en una institución de Fe y Alegría, en Barrio Unión-Petare. Querían que tuviese la mejor educación posible. En ese instituto optó por cursar el técnico medio en computación y, a su vez, participar como delegada en el Modelo de Naciones Unidas.
Fue así como se enamoró del derecho y aunque en un tiempo estuvo tentada a inclinarse por la economía, el derecho ganó campo toda vez que profundizó en el área de derechos humanos y relaciones internacionales dentro del Modelo de Naciones Unidas.
Representar a Venezuela en el Modelo de Naciones Unidas fue un logro significativo para María José. Cuando les tocó viajar, ella y su equipo no tenían dinero, pero hicieron recolectas, vendimias y así consiguieron los recursos para viajar a República Dominicana.
En esos días tenían el apoyo de los embajadores comunitarios, en su mayoría estudiantes de la UCAB y así fue como ella conoció esa universidad y se entusiasmó con la posibilidad de estudiar ahí.
“¿Por qué no aplicas en la UCAB?”, a ver cómo te va-, le sugirieron, lo intentó y quedó. Obtuvo un cupo. En un primer momento, aunque sintieron alegría por el logro, a sus padres esto les produjo cierta angustia. “Y ahora ¿cómo vamos a pagar esto?”, se preguntaron, pero una vez más María José no dejó que el dinero, que siempre había sido un problema, fuese un impedimento para iniciar su carrera.
Se fue a la Fundación Andrés Bello, le hicieron una evaluación socioeconómica, examinaron sus calificaciones de bachillerato, la entrevistaron. Tenía el perfil y decidieron costear sus estudios, también recibió financiamiento de la fundación Becando Futuro y con estos recursos pudo ir a estudiar. Aunque no dudó que era capaz de conseguir su título, confiesa que no fue fácil.
Lo que nadie sabe
A sus padres les preocupaba el transporte y, además, María José no tenía computadora, una desventaja muy grande para una universitaria, pero aún así empezó. Su papá decidió llevarla en la moto a diario, tenían que salir tipo 5:00 o 5:30 de la mañana para estar en la universidad poco antes de las 7:00 que era la hora de inicio de clases.
Un día María José tenía un examen muy importante, se había preparado, pero cuando iba en camino con su papá fueron interceptados por unos delincuentes. En ese momento, en medio del pánico, se enfrentó con los antisociales y les dijo: “yo estoy estudiando para sacar adelante este país y me van a robar”, entre lágrimas y el susto, los hombres se fueron y por suerte no se llevaron la moto.
Aun así, fue a clases y presentó su parcial de historia del derecho. Para ella no fue una opción decirle al profesor que no iría, pues era una de las materias filtro de su carrera.
Su promoción fue la última que se estudió en formato anual y desde el primer año María José tuvo que pasar todo el día en la universidad. Era la única manera de investigar, repasar las clases y mantenerse nivelada, pero también para hacer sus trabajos, porque no tenía computadora en casa y en Petare la conexión a internet era fatal y a veces nula.
Había días que se llevaba comida de casa, cuando no podía tenía que comprar almuerzo o algún snack, pero cuando no tenía dinero le tocaba resolver pidiendo crédito o quitándole prestado a algún compañero de estudio.
Había profesores que le pedían trabajos impresos o debía sacar copias de guías y muchas veces tampoco tenía dinero para costear esto. Le tocaba fotografiar las guías y estudiar en casa desde el teléfono, para cada problema María José tuvo una solución y fue así como en un abrir y cerrar de ojos se graduó.
En 2019, cuando terminó su carga académica, sintió que todo había pasado muy rápido. Para María José la educación ha sido una plataforma de movilidad social y aunque con pocos recursos siempre ha logrado estudiar en instituciones privadas, pues piensa que es la mejor educación.
“Siempre he creído en la meritocracia y en la capacidad de las personas para desarrollarse en lo que quieran hacer”, expresa y en su caso el estudio es lo que la ha llevado a cumplir sus metas.
Educación y derechos humanos
Su convicción en cuanto a que el estudio privado es la mejor opción de educación, aunque se tenga que buscar becas o trabajar para costearlo, la llevó a formar parte de una investigación llamada El Bello Árbol Petare en la que se dedicó a contabilizar las casas de tareas dirigidas en la que maestras les imparten clases a los jóvenes a bajo costo.
María José, junto a sus compañeros de la asociación civil Un Estado de Derecho, leyó el libro de James Tooley, El Bello Árbol, un viaje personal de cómo las personas más pobres del mundo se están educando a sí mismas. Un profesor tenía la inquietud de saber si eso pasaba en Petare, como ocurre en China o India y, aprovechando su historia, decidió proponérselo a María José y ella aceptó.
“Me sentí identificada porque el punto central del libro es cómo los pobres se educan a sí mismos. Cómo las personas pobres, aún con las carencias que puedan tener, ven en la educación una manera de surgir a través de la movilidad social”, reflexiona y agrega que es la educación privada el único medio efectivo y de calidad que te permite hacerlo.
Se pusieron incisivos con esa investigación y comenzaron en Petare. Buscaban colegios que costaran menos de 10 dólares la mensualidad. Encontraron colegios a bajo costo y al margen de la regularización del Estado. Indagaron hasta que dieron con las casas de tareas dirigidas que son 60 en todos los sectores de la parroquia.
Por lo general son maestras de escuelas públicas que abren en sus casas un espacio para atender a sus estudiantes, porque entienden que no es suficiente con lo que ven en la escuela y muchas lo hicieron por petición de los representantes. Para más detalles acerca de esta investigación puede ingresar a la página web: https://www.uedlibertad.org/.
Además de esta investigación, María José está liderando un programa que se llama Derechos en Acción para formar a líderes comunitarios, capacitarlos y brindarles herramientas que les permitan conocer y defender los derechos humanos ante eventuales vulneraciones en el proceso penal venezolano.
Conoce en carne propia lo que se vive en los barrios y sabe que en su contexto es común que se violen los derechos humanos porque muy pocas personas saben qué pueden hacer y qué no las autoridades, y al enseñarles un poco de las leyes que ella maneja le está retribuyendo a su comunidad un poco de lo que aprendió en la UCAB.
Es así como esta chica de 28 años deja huella en su comunidad y en su familia. María José no es solo el orgullo de los España porque fue la primera en graduarse en la universidad, sino que es una mujer que lo que se propone lo logra. Muestra de ello es que al nacer no le dieron ni un ápice de posibilidades de caminar o hablar y lo hizo. Ahora se enfoca en enseñar a otros a seguir sus pasos.