Ysbely Flores, una docente de educación inicial, decidió como muchos pacientes, enfrentar el coronavirus en casa bajo estricta vigilancia médica. Su caso es un ejemplo de supervivencia y superación personal que no forma parte de las estadísticas oficiales de la COVID-19 en Venezuela
Texto: Mariángel Durán Reyes
En medio de una serie de síntomas confusos e intermitentes y tras concretarse una consulta médica a domicilio, el 21 de octubre de 2021 se confirmó el diagnóstico para la señora Ysbely Flores: se había contagiado con la COVID-19.
Semana y media antes predominaba la confusión en el seno familiar, porque los síntomas iniciaron como si se tratase de un nuevo episodio de la sinusitis o de la rinitis alérgica que padece desde hace varios años. La congestión nasal aunada a la disminución del gusto y el olfato eran para ella un síntoma común mucho antes de la llegada de la pandemia.
Flores arribó a Venezuela a principios de febrero de ese año, luego de un viaje de tres meses a Madrid-España, en el cual se pudo reencontrar con sus dos hijos mayores. Vivió el invierno en el país europeo y eso le activó los episodios de alergia que pudo controlar gracias al tratamiento habitual con antihistamínicos.
Admite, tras su llegada al país pensó en ir a consulta con su otorrino de cabecera -entre los meses de abril y julio- pero se limitó por temor a que la señalaran de padecer la enfermedad producto de la pandemia.
Al término de la segunda semana de octubre de nuevo presentó congestión nasal y un leve ardor en las fosas nasales. Pocos días después tuvo tos leve, del tipo que da a las personas alérgicas, acompañada de fiebre intermitente y cansancio (algo que ella denominaba pereza).
Aunque existía una leve sospecha de haber contraído la enfermedad, la confirmación la tomó por sorpresa y se dio gracias a que ella misma se empeñó en realizarse, sin una orden médica, una radiografía de tórax simple. El informe arrojó un proceso bronconeumónico en curso pese a que no había sentido -hasta el momento- ningún síntoma respiratorio que le preocupara.
Un médico pediatra allegado a la familia vio la placa y recomendó una consulta inmediata con un especialista en medicina interna o neumonología. ¿A dónde acudir? Fue la primera interrogante cuya respuesta inicial estaba entre ir a una clínica privada o a un centro centinela del sector público. Ambas opciones traían consigo la posibilidad de una hospitalización y consecuencias para el resto de la familia (si se acudía a un centro de salud público).
Las historias que había escuchado Flores sobre lo que viven quienes son atendidos en la red pública de salud y las relacionadas con el alto costo de un tratamiento en el sector privado, cobraron fuerza y la llevaron a concluir que lo mejor sería procurar una consulta a domicilio en la primera evaluación. Su nuera tenía conocimiento de que varios médicos estaban ofreciendo este tipo de servicio desde el inicio de la cuarentena en Venezuela.
El internista confirmó con la revisión clínica lo que arrojaba la placa: tenía un proceso bronconeumónico en curso, y le dijo que tenía dificultad para respirar aunque no lo notara, algo que validó con el dispositivo conocido como oxímetro.
Su caso ameritaba hospitalización porque requería tratamiento endovenoso con antibióticos y glucocorticoides. El doctor ofreció la opción de aplicar el protocolo en casa, por lo que además de tener recursos económicos era necesario ubicar al personal de enfermería dispuesto prestar el servicio a domicilio.
A partir de ese momento, Flores tuvo que confinarse en su habitación, separada de su esposo quien dos días después tendría el mismo diagnóstico que ella y fue sometido al mismo tratamiento, pese a que también tuvo síntomas confusos e intermitentes: febrícula de entre 37.5 y 38 grados, malestar general leve y tos leve en la mañana.
Por fortuna, ambos evolucionaron de forma satisfactoria con el tratamiento endovenoso en casa. Fueron necesarias otras tres consultas en casa, cada 3 o 4 días, para recibir el alta médica con la recomendación de mantener reposo por otros 15 días.
Ajustar la dinámica familiar
Con el diagnóstico confirmado de coronavirus para la pareja Vera Flores, la rutina de la familia cambió. La hija menor y la nuera se encargaron del tratamiento, la alimentación y el mantenimiento de la casa.
El tratamiento pasó a ser prioridad en el día a día. Para ahorrar costos, la nuera tomó la iniciativa de aplicar el tratamiento en las horas indicadas durante el día y la noche, luego de que los profesionales de enfermería tomarán la vía.

La alimentación fue otro aspecto a considerar, los pacientes debían comer saludable e ingerir mucho líquido. Cuando se incorporó un anticoagulante a la rutina, fue necesario suprimir todos los alimentos de pigmentación verde.
También fue necesaria la aplicación de un protocolo riguroso de higiene del hogar y de higiene personal. Fuera de las habitaciones fue necesario colocar tela impregnada con agua y cloro para limpiar el calzado. Y antes de entrar, tanto la hija como la nuera debían portar una bata de enfermería, mascarilla y careta.
La recomendación de los profesionales de salud fue que al salir debían bañarse y cambiarse de ropa, para reducir la exposición viral. Además, cada 8 horas, cuando correspondían las nebulizaciones, el resto de la familia (incluidos 3 niños) debía encerrarse en un cuarto para evitar la posible exposición a las partículas virales.
Tras una semana de haber iniciado el tratamiento, la hija y la nuera de Flores presentaron principio de bronquitis, de acuerdo con el resultado de las placas de tórax que ambas se hicieron. Por fortuna, no percibieron síntomas ni complicaciones y solo ameritaron tratamiento oral.
Invertir $ 1.000 para curarse en casa
Para recuperar la salud, Flores y su esposo invirtieron alrededor de $1.000 distribuidos entre las consultas a domicilio del especialista, los honorarios del servicio de enfermería y el costo del tratamiento oral y endovenoso (incluidas las vitaminas).
También suman lo invertido en alimentación, limpieza y desinfección (cloro y alcohol).
“Gracias a Dios en ese momento pudimos resolver y no fue necesario el uso de una bombona de oxígeno, porque eso hubiese elevado el presupuesto. Tampoco fue necesario que el médico incluyera antirretrovirales en el tratamiento. Lo que sí tuvimos que comprar fue un espirómetro para hacer ejercicios de respiración”, cuenta la señora Ysbely.
Al consultarle si cambió o no su relación con el entorno, tras padecer la enfermedad, respondió que percibió cómo los vecinos de la urbanización donde vive -en Cabudare, municipio Palavecino- se alejaron.
“Varias veces debatimos si decir o no que teníamos la enfermedad y estábamos en tratamiento, en el grupo de la urbanización, pero decidimos no hacerlo porque sabíamos que en ese momento todavía existía mucho tabú sobre la enfermedad y temimos que alguien pudiese notificar a las autoridades, lo que implicaría que nos podrían buscar y llevarnos a la red pública”, comentó.
-¿Qué fue lo que más le impactó de la enfermedad?
-Lo que más me impactó fue el encierro, fueron 12 días confinada en mi habitación, eso es mucho tiempo.
-¿Qué aprendizaje le dejó la experiencia?
-Que debemos valorar más la vida, no estresarse por cualquier tontería. Hay que llevar la vida con tranquilidad, calma, paciencia y sabiduría.
-¿Cómo es la vida después de la COVID-19?
-En mi caso siento ansiedad. Me siento nerviosa y temo que me vuelva a dar la enfermedad, por eso me cuido más y estoy más pendiente del distanciamiento social, del tapabocas, de lavarme las manos y echarme alcohol.
La neumonía causada por la COVID-19 en el organismo de Flores y su esposo se superó con 7 días de tratamiento endovenoso, pero la enfermedad trajo secuelas como sucede a la mayoría de los pacientes.
A la señora Ysbely, quien es docente de educación inicial en el sector público, se le descontroló el funcionamiento hormonal y ha tenido episodios de ansiedad, aunada a pérdida excesiva del cabello y cansancio.
Cuatro meses después de superar el coronavirus acudió de nuevo al internista y recibió tratamiento hormonal y ansiolíticos. También está en tratamiento con una médico dermatóloga, pero no deja de sentirse afortunada por ser una de las pacientes que logró superar con éxito la enfermedad, pese a los factores de riesgo.
La OMS recomienda aislar y atender en un centro de salud a los casos de COVID-19 confirmada en el laboratorio, sin embargo existe un protocolo para los casos que deben ser atendidos en casa por imposibilidad de hospitalización o por colapso del sistema sanitario.
En Venezuela muchos pacientes deciden enfrentar la pandemia en casa ante el colapso de los hospitales públicos, como revela un reportaje reciente de CNN. Otros lo hacen para evitar penurias y no existe un registro oficial de estos casos.